La Salida es Colectiva
Es domingo. Maschwitz amanece con rayos tenues que atraviesan el manto blanco de un grupo de nubes que deciden posarse unidas sobre el cielo. Algunas deciden separarse y deambular de manera individual. Es curioso el cielo, suele sorprenderme diariamente con sus formas informes.
Luego de las lluvias llegó el frío. Este representa mi primer otoño en estos pagos y ya percibo cambios. El clima de la casa obliga a salir, más bien el sol con su cobijo calórico. Ya sea para respirar, para despertar o para almorzar, siempre está ahí haciendo el día más ameno para los ambientes fríos de Ricardo Fernandez.
Con un grupo de amigues de la zona nos auto convocamos para embellecer el arroyo Garín en el segundo puente más importante de la zona. Conecta benavídez con Maschwitz. Por allí circulan transeúntes, bicis, autos, caballos, perrxs.
Maga, o “Maguita”, como suelo llamarla últimamente, organizó y lanzó el pulso. Convocó y contactó gente de una agrupación llamada “Los Talares” que desde hace años vienen activando movidas amigables con el medio ambiente y el ecosistema de la zona. La cita estaba pactada para las 10:30 am. Algunes llegamos a las 11, otres por la tarde y así la gente que debía partir era reemplazada por otra; el pulso danzando a su ritmo.
Realizamos tareas de limpieza, alimentamos caballos que apoyaron la causa desde sus postes, armamos una escalera con neumáticos, terminamos la baranda de uno de los laterales del puente, embellecimos con hilos – telas de colores, coloreamos carteles y, lo más importante, nos conectamos lxs unxs con lxs otrxs.
La jornada de hoy me llevó a viajar en el tiempo hacia Octubre del 2017, Taganga, Colombia.
En ese entonces me encontraba trabajando como voluntario en un hostel llamado Estación Sudamérica. Fue un período del viaje donde abundaron los movimientos: allí, luego de una charla con Nati-o con su abuelo- nació el deseo de volver. Mientras escuchaba su relato, una especie de arroyo emocional emergió de las profundidades trayendo a la Nona a la superficie consciente. Sentí su llamado y decidí volverme a la Argentina. Los planes de pasar el verano en Brasil quedaron para otro viaje. Además, el vínculo con Sofi, compa española de la travesía Sudamericana, estaba cambiando de piel.
Lejos de casa, el mar de Taganga se convirtió en sostén y compañero. Cuando el trabajo lo permitía, me sumergía en sus aguas. Él me recibía cálidamente cada vez que acudía en su ayuda. Compartía su fauna, su flora, su vida marítima; cada día era diferente y similar .Fui testigo de cómo los seres del mar-océano conviven los unos con los otros en armonía. También conocí su silencio. Mientras en la costa sonaban reggeatones y ballenatos, allí abajo reinaba la calma y el movimiento. Sólo escuchaba mi respiración.
Lamentablemente, los días lunes, la costa solía ser un basurero. El fin de semana la cosa se descontrolaba y gentes de pueblos cercanos lejanos poblaban sus playas. Era una imagen triste de ver.
Así y todo hubo un martes que superó al lunes. Una especie de mugre flotante custodiaba el ingreso al mar, como una línea recta compuesta por plásticos, botellas, latas.
Así y todo un hombre y una mujer decidieron comenzar a limpiar las aguas del mar. La movida generó contagio y nos fuimos sumando a la causa. La acción nos tomó más de dos horas. Personas de diversos países y edades se unieron en pos de cuidar el ambiente. Al finalizar la jornada nos dimos un abrazo con forma de aplauso general y sonrisas cómplices.
Volviendo al hoy, a este active maschwichence, confío en que la salida es colectiva. Si queremos un mundo mejor, depende de nosotrxs, de que cada día aportemos nuestro granito de arena en pos de este mundo que queremos habitar.
Ya sabemos que a los gobiernos – estados (sin distinción de ideología, color o partido) sólo les importa que este sistema siga funcionando. Este sistema que poco piensa en el planeta, que poco piensa en lxs seres que lo componen.
En “la unión está la fuerza” compartió Salvador la noche del jueves 13/05/21.
Su nombre y su frase aún resuenan…
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