Crónica de una Fuga Anunciada

 






Hará siete meses que comenzó esta travesía, este viaje hacia lo desconocido.


No obstante, comenzó mucho antes de haberme subido a aquel bus hacia Salta, la semilla había sido plantada al volver de Nueva Zelanda y regada en mi primera experiencia solitaria extranjera realizada en Chile. No solo el viaje en soledad actuó como energía para esta idea, diversas señales me llegaban del universo para que la decisión sea cada vez más contundente.


Indescriptibles ciudades, paisajes; incontables viajeros, vivencias, experiencias fueron apareciendo a medida que el camino continuaba. Cabe destacar que, si bien somos todos viajeros, transitamos el recorrido de diferentes maneras; más precisamente a nuestra manera.


A su vez, sin percatarme del todo, un escenario empezaba a perpetuarse en Sudamérica: venezolanos dispersos por Latinoamérica en busca de una oportunidad.


No podría describir explícitamente lo que están viviendo en Venezuela ya que no estuve allá pero sí puedo ser el vocero de sus historias.


Para ello es necesario contarle el relato de "el autobús de la esperanza", dice así:


Fredy, mi compañero de asiento rumbo a Medellín, emprendió su viaje ya que el gobierno venezolano exigía la re-compra de la casa de sus padres que ya había sido adquirida años atrás. Los irrisorios sueldos pagados en su país complicaban el pago de la misma, hecho que motivó su partida. A su favor, su primo había partido hace seis meses.


Asientos cercanos al conductor reunían a una familia venezolana cuyo fin era comenzar de cero puesto que no solo escaseaban los billetes para comer sino que tampoco disponían de agua. Años atrás podían darse el lujo de viajar a otros continentes, hoy solo viajar para poder vivir.


Dos personas longevas dueños de loros reales viajaban hacia el Perú buscando suerte. El viaje no comenzó como se lo esperaba. Durante el trayecto se percataron de que habían sido engañados a la hora de comprar el pasaje: el micro que iba hacia el peru salía de otra terminal a la cual no podían acceder. Acto siguiente, Margarita, la madre de la familia venezolana, encabezó una colecta para que esta pareja de avanzada edad pudiese viajar.


Un dato no menor es la odisea que vivieron al cruzar la frontera. Al parecer una ley de dudosa benevolencia permitía a los venezolanos salir con solo 60.000 bolívares (1 usd= 40.000 bolívares), esto generaba que los oficiales de la frontera engorden sus arcas materialistas con dinero y bienes de los migrantes. En el caso de Fredy fue su celular "afortunadamente" ya que quisieron quedarse con su reloj y más cosas que no recuerdo. Por otra parte, Margarita y su familia, recurrieron a la fe en un extraño para que llevara sus bienes hacia el suelo colombiano, fue exitoso; el trueque solicitado por dicho señor fue ser recibido con brazos abiertos al partir a Colombia.


Parece mentira que la nostalgia, estrés y ansiedad sufridos los días precedentes a la partida fueran menores comparándolo con el temor de cruzar la frontera.


A pesar de encontrarnos todos en viaje las historias de "el autobús de la esperanza" entrañan una funesta realidad: un éxodo masivo y forzado.


¿Cuán mal tiene que estar tu país, tu historia para que decidas emigrar en busca de una vida digna?

Con digna me refiero a comida, salud, casa y educación. Con digna me refiero a caminar libre sin sentir ese miedo a que te roben constantemente, algo muy habitual en estos últimos tiempos en Venezuela. Con digna me refiero a no sentir que los "bachaqueros" (mafia venezolana), gobierno y personal de "seguridad" manejan todo a su antojo.


Un pensamiento recurrente acudía a mi cabeza al escuchar estas historias:


¿Cuál será el sentimiento que recorre su cuerpo durante la travesía hacia lo desconocido, hacia su "nueva" vida?


No estoy seguro de ello, me es imposible encontrar palabras para responderme: mi viaje nació de un deseo propio, nadie me expulsó.


De todos modos, sus ojos, maravillados con la hermosura del país colombiano, albergaban algo que es inherente a todos los seres humanos: la esperanza.


La esperanza de dejar de sobrevivir, la esperanza de volver a vivir.

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